Esta es una historia de la tierra que escuché hace un tiempo y me impactó. Sucedió hace tiempo, pero ya el sol salía todos los días por donde mismo y los sentimientos tenían la misma intensidad de siempre…
En una isla, en la isla de los volcanes, vivía una familia que se encargaba de mantener vivo el faro que guiaba a los pescadores que cada día salían a recoger el pescado. En esa época, que no había Carrefur, las personas se alimentaban de lo que producían o pescaban y de algún intercambio que realizaban. La familia de nuestra historia, padre, madre, tres hijos menores y un perro, se alimentaba de la pesca que conseguía básicamente el marido. Un día al vaciar un tambor de caña, una morena mordió al marido en una pierna y a pesar de que se dieron toda la prisa que pudieron acudiendo en mulo a la población más cercana en busca de un médico, murió desangrado. Cambiaron muchas cosas, casi todo, no sólo por el vacío afectivo tremendo que se creó, sino por tener que enfrentarse a nuevas situaciones que hasta ahora parecían menos complicadas. Cada día la madre se hacía la misma pregunta con una agonía terrible: qué comeremos mañana. Y durante la noche, cuando todos dormían y el faro pestañeaba reflejando con luz tenue los cuadros colgados en la habitación, la madre recordaba con tristeza el tiempo pasado y todo lo que habían tenido que pasar hasta llegar ahí. Cada día se empeñaban para pescar la comida y el pulpo, la morena y las viejas se convirtieron en un objetivo vital. Llegó un día de reyes y la alegría fue tremenda: la madre les puso para comer huevos fritos con pan, que había conseguido cambiándolos por un pulpo. Pasaba el tiempo y seguían las mismas dificultades, que en algunos casos se agravaba por motivos de enfermedad y que la madre intentaba solventar mediante remedios tradicionales. Un día pensó que ya no podían seguir así y les propuso a los hijos que lo mejor sería tirarse al mar. Fueron hasta la orilla del acantilado sin decir una palabra. Llegaron al borde y la madre arrojó primero al perro y, en ese momento, el hijo mayor de diez años la pidió que volvieran, que ya se tirarían otro día. Cuando regresaron a la casa el perro ya les estaba esperando con una gran alegría...